ANTONIO 9

Don Antonio
Pedrera Soler

Antonio Pedrera Soler, hijo único de Francisca y Antonio, nació en Orihuela (Alicante) el 2 de abril de 1925 en el seno de una familia humilde. Desde pequeño, Antonio conoció de primera mano la adversidad. Su padre falleció cuando él tenía cuatro años y con apenas once, la guerra civil estalló e hizo que su madre tuviera que trabajar muy duro para poder sacar a su hijo adelante y dedicarse en cuerpo y alma a él, quien desde entonces hasta su muerte fue elcentro de su vida.

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Todas esas vivencias a tan temprana edad marcaron la personalidad de Antonio, como consecuencia, el ejemplo y dedicación de su madre siempre fue un modelo a seguir para aprender las cualidades que desarrolló a lo largo de su vida como fueron el afán de superación, el espíritu de lucha, la fortaleza ante las adversidades y el tesón… Personajes como D. Antonio Sequeros o el poeta oriolano Miguel Hernández, con quien Antonio llegó a tratar y a convivir, marcaron su niñez y juventud y dejaron en su persona recuerdos y vivencias imborrables.

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Pero para Antonio el sueño de su juventud era escapar de la pobreza. Un hombre bien vestido y con sortija de oro quien fuera amigo de su padre, fue como una revelación. Su madre le explicó que aquel señor había pasado de ser una persona humilde, un obrero, a una persona acomodada. El joven Antonio al oír las palabras de su madre se preguntó con candidez que cómo era posible salir de la pobreza. Desde aquel episodio se forjó un propósito y entendió que la única manera de conseguir aquel objetivo era trabajar sin descanso y ahorrar para alcanzar su sueño.

De esta manera, con catorce años empezó a trabajar de aprendiz de carpintero, ganando seis pesetas a la semana. Y posteriormente, se fueron sucediendo trabajos casi sin descanso, como herrero, mecánico, agente de seguros, dependiente… cualquier cosa que le ayudara a cumplir su meta.

De esta manera, con catorce años empezó a trabajar de aprendiz de carpintero, ganando seis pesetas a la semana. Y posteriormente, se fueron sucediendo trabajos casi sin descanso, como herrero, mecánico, agente de seguros, dependiente… cualquier cosa que le ayudara a cumplir su meta.

Y la ocasión al fin llegó cuando, tras volver de un viaje a Barcelona, se le presentó la oportunidad de montar su propio negocio de venta de tejidos. Al principio trabajaba él solo, a veces ayudado por su madre. Vendía en los mercados el género que él mismo compraba, las cuatro semanas del mes, los siete días de la semana. Hasta que consiguió ahorrar para pagar el traspaso de una pequeña tienda de ropa, “La tienda Blanca” en la Calle Mayor de Orihuela.

Después de esa primera tienda llegó otra hacia 1947 y luego otra más… hasta conseguir en pocos años un terreno en el que montar su propia fábrica de confección en los
almacenes de Astoria.

De ahí el salto de vender fuera de Alicante, primero al resto de España y después al extranjero. La primera fábrica finalmente se quedó pequeña, los pedidos se amontonaban, la confección manual dejó paso a la confección industrial, hasta que finalmente, en la mitad de su vida, Antonio Pedrera logró alcanzar su sueño.

La empresa que había creado, Drape-Cotí (1965), empleaba a unas 1.000 personas, un número muy elevado de sus empleados eran mujeres que para una época en la que la mujer venía de estar en la sombra del hombre, trabajando en el hogar como amas de casa o sirviendo en casas señoriales, Antonio les dio la oportunidad de valerse por sí solas, de enseñarles un oficio en el que permanecerían décadas. Esto fue algo muy innovador en su ciudad y hecho que lo confirma es el que muchas de esas mujeres siguen agradecidas con él, conservando muy buen recuerdo de la fábrica de confección aun habiendo pasado tantos años. Fue con diferencia, el principal motor industrial de su Orihuela natal.

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A posteriori, fue extendiendo su faceta empresarial a otros ámbitos. Montó una fábrica de aluminio, “Poliéster Color” (1977), otra de repostería industrial “Pan Super” y un complejo deportivo, “Club Orcelis” (1970). De ahí dio el salto a la construcción, siendo el primer promotor del corredor mediterráneo en construir campos de golf.

Finalmente, en el año 2013, Antonio pedrera falleció a los 88 años, dejando atrás un rico legado de vivencias únicas que enriquecieron todos los momentos de su vida. Aquel niño soñador, no solo había cumplido sus metas escapando de la pobreza, sino que también se reinventó constantemente para seguir creciendo y en ese camino había levantado un imperio textil, había triunfado como constructor, además de, entre otras muchas cosas, ser presidente de la Cámara de Comercio, concejal del Ayuntamiento en la época de transición, fundador del canal de TV local, ostentar cargos honoríficos en una caja de ahorros y presidir el club de fútbol de Orihuela.

Sin duda, una vida plena en la que aún le quedó tiempo para gestar algo de tal relevancia que merece una consideración adicional, Antonio Pedrera Soler tuvo otra pasión en su vida: el arte. A la edad de 12 años y a pesar de tener un sueldo exiguo ya tuvo la sensibilidad y el carácter para comprar su primera pintura, la cual se conserva en su colección hoy en día.
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Durante décadas, mientras iba viajando, a veces por placer, otra por negocios, aprovechaba para leer, investigar y adquirir obras de arte por todo el mundo. Teniendo una visión extraordinaria para seleccionar aquellas que, bajo su criterio, consideraba merecedoras de comprar. 

Gracias a ello y a su éxito laboral, pudo permitirse ampliar su colección de pinturas, grabados, esculturas… hasta conformar una de las colecciones privadas más importantes de nuestro país. Jamás vendió en los 50 años que empleó en crear su colección ni tan siquiera una pintura, una escultura o un artículo menor.

Lejos de acomodarse, Antonio consideró que todo ese legado que tanto esfuerzo y años supuso para él, tenía que ser compartido y disfrutado fuera del ámbito familiar. Así que se puso manos a la obra, y creó en 1997 la Fundación Pedrera junto con el Obispado de Orihuela- Alicante, cuyos objetivos fundacionales fueron el desarrollo de la Cultura y de la Educación.

Adquirió dos edificios para el uso de las actividades y proyectos de la Fundación, por un lado el Palacio Sorzano de Tejada, el cual recuperó, restauró y habilitó para la ubicación de un Colegio Mayor adscrito a la nueva Universidad que iba a tener Orihuela en la zona de las Salesas y que se presentaba como un gran río de estudiantes en nuestra ciudad. Además, lo dotó con un restaurante en los bajos del mismo, enriqueciendo la gastronomía y fomentando el turismo de su ciudad. Por otro lado adquirió el Molino de la Ciudad, que servía como zona de actuación de la creada Escuela Taller, donde se impartían tres cursos de formación para alumnos de 16 a 25 años, favoreciendo su posterior inserción laboral y donde se hacía realidad el lema que tanto repetía Don Antonio: “Dale una caña y enséñale a pescar”.

Finalmente ninguno de estos proyectos llegó a buen puerto y tuvo que cesar. Lejos de rendirse, Don Antonio convirtió entonces el Palacio Sorzano de Tejada en sede de la Fundación Pedrera, haciendo de él un museo donde la Colección pudiese ser mostrada.

En la actualidad y gracias a sus herederos, el legado de Antonio sigue vivo y la Colección PEDRERA-MARTÍNEZ en colaboración con la Fundación Pedrera está trascendiendo no solo a los límites de su querida Orihuela, sino también los de su Comunidad Valenciana, España, hasta desbordar las fronteras de nuestro país.

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